Jose Luis decidió beber otro sorbo de vino, Hanna supo que estaba ansioso. pensó en pedir un coñac, pero llegó a la conclusión de que era mejor tener la cabeza despejada. Hasta donde llegaba la amistad,. Hanna
bebió café y esperó. La explicación llegaría a su debido momento. Como siempre. El truco radicaba en no sentir pánico.
— He estado pensando. - dijo Jose Luis
— Es obvio.
— No empieces.
— Ni se me ocurriría.
— De acuerdo. He estado pensando. Tengo 32 años, la profesión que deseo, la casa que quiero. Me encanta todo. Me gusta mi intimidad. Siempre he sido un desastre en el amor, pero, según recuerdo, era bastante bueno en el sexo.
— No estamos en un programa de televisión, ¿verdad? - dijo Hanna
— Tú tampoco eres un niña— continuó, como si Hanna no hubiera hablado.
— Sólo soy seis meses menor que tú. Aún me falta para jubilarme.
— Y eres feliz con la vida que llevas, ¿no?
— ¿Debo contestarte ahora?— Jose Luis asintió—. Sí. Soy feliz con mi vida. -dijo Hanna
— ¿Lo ves? De modo que te gusta dónde estás, y a mí me gusta dónde estoy, pero ninguno de los dos se acuesta con nadie. Al menos, yo no. ¿Y tú?
— Hanna se quedo en silencio—
— Contéstame.
-Meneó la cabeza. No tenía sentido luchar, nunca servía con Jose Luis-
— No, JL. No me acuesto con nadie, como tan delicadamente lo has expuesto.
— Y bien, ¿por qué no tenemos sexo?— El uno con el otro, quiero decir.
— Hmmm, no sabía que fuera una opción— sintió la necesidad de limpiarse la frente, pero resistió.
— No te sientes atraída por mí, ¿es eso?
— No es lo que yo he dicho.
— Bueno, ¿lo estás?
— Cielos, Jose Luis. Muestra algo de piedad.
— Si no podemos ser sinceros el uno con el otro después de todos estas años, entonces, ¿qué sentido tiene?
— La sinceridad es una cosa.
— Contéstame.
Estudió
sus ojos, los labios sensuales y el modo de su cabello, y se dio cuenta de que a lo largo de loa años
había memorizado su rostro. En algunas cosas le resultaba más familiar
que el suyo propio.
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