— Yo he pensado en ello. - dijo JL
— ¿Oh?—
— Me gustas más
que cualquier otra persona en el planeta— dijo Jose Luis—. Te conozco.
Conozco tus hábitos y tus caprichos. Me siento cómodo a tu lado en
cualquier parte. Creo que es perfectamente lógico.
— Quizás nos sintamos cómodos porque no tenemos sexo. Tal vez el sexo lo estropee todo. - dijo Hanna
— Si, lo he pensado. Existe la posibilidad, pero no lo creo.
— ¿Por qué no?
— Porque entraríamos con los ojos bien abiertos. No tendremos que
cambiar lo que sentimos por el otro. Yo te quiero, y sé que tú me
quieres. Ninguno de los dos desea jugar con eso. No quiero casarme y tu
tampoco. De modo que no habría nada oculto. Mira a Ruben y Mari Primero fueron muy amigos.
— Se casaron tres semanas después.
— Ok, no ha sido un buen ejemplo.
— No lo sé, Jose Luis — meneó la cabeza—. Esto tiene pinta de desastre.
— Dijiste lo mismo cuando compramos los boletos para los partidos de Mexico.
— De acuerdo, eso funcionó. Aquí hay más riesgos.
— No veo por qué. nos gusta, y seguimos haciéndolo, lo cual ayudaría a
que los dos dejáramos de estar tan irritables, o no nos gusta, por lo
que nos estrecharíamos las manos y volveríamos a lo que conocemos ahora.
¿Cuál es el riesgo?
— Hay un pequeño detalle que omites. La intimidad. Tiene un modo de cambiar las relaciones. ¿O es que lo has olvidado?
— Esto es distinto— manifestó con seguridad—. Ya tengo intimidad contigo.
— No, no es verdad.
— ¿Me ducho o no me ducho en tu casa todos los domingos por la mañana?
— Si, pero yo no te lavo la espalda. Además no es el tipo de intimidad a la que me refería.
— Oh, te refieres a la intimidad emocional.
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