jueves, 12 de septiembre de 2013

Capitulo 8

— Yo he pensado en ello. - dijo JL

— ¿Oh?—

— Me gustas más que cualquier otra persona en el planeta— dijo Jose Luis—. Te conozco. Conozco tus hábitos y tus caprichos. Me siento cómodo a tu lado en cualquier parte. Creo que es perfectamente lógico.


— Quizás nos sintamos cómodos porque no tenemos sexo. Tal vez el sexo lo estropee todo. - dijo Hanna

— Si, lo he pensado. Existe la posibilidad, pero no lo creo.

— ¿Por qué no?

— Porque entraríamos con los ojos bien abiertos. No tendremos que cambiar lo que sentimos por el otro. Yo te quiero, y sé que tú me quieres. Ninguno de los dos desea jugar con eso. No quiero casarme y tu tampoco. De modo que no habría nada oculto. Mira a Ruben y Mari  Primero fueron muy amigos.


— Se casaron tres semanas después.

— Ok, no ha sido un buen ejemplo.


— No lo sé,  Jose Luis — meneó la cabeza—. Esto tiene pinta de desastre.

— Dijiste lo mismo cuando compramos los boletos para los partidos de Mexico.

— De acuerdo, eso funcionó. Aquí hay más riesgos.

— No veo por qué. nos gusta, y seguimos haciéndolo, lo cual ayudaría a que los dos dejáramos de estar tan irritables, o no nos gusta, por lo que nos estrecharíamos las manos y volveríamos a lo que conocemos ahora. ¿Cuál es el riesgo?

— Hay un pequeño detalle que omites. La intimidad. Tiene un modo de cambiar las relaciones. ¿O es que lo has olvidado?

— Esto es distinto— manifestó con seguridad—. Ya tengo intimidad contigo.

— No, no es verdad.

— ¿Me ducho o no me ducho en tu casa todos los domingos por la mañana?

— Si, pero yo no te lavo la espalda. Además no es el tipo de intimidad a la que me refería.


— Oh, te refieres a la intimidad emocional.


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