sábado, 9 de noviembre de 2013

Capitulo 50

Salieron a la autopista y se concentró en el sonido de las ruedas. Sabía que debería decir algo. En los años que conocía a Hanna jamás habían tenido un silencio incómodo. Jamás. Quizá llamara alguien del grupo. Eso rompería la quietud. Aunque todos habían recibido órdenes estrictas de no llamar.


Así que clavó la vista en la parte de atrás del monovolumen.

— ¿Qué tarareas?

Se sobresaltó al oír la voz de Hanna.

— ¿Qué?

— Esa canción. La conozco pero no termino de saber cuál es.

No se había dado cuenta de que tarareaba, pero en cuanto Hanna la mencionó supo cual era.

— Es te adivine.

Hanna lo miró como si estuviera loco.

— Sí.

— Prometo que guardaré silencio.

— Ya es demasiado tarde. Se ha metido en mi cabeza.

JL encendió la radio. Primero oyeron algo de clásico, pero apretó el botón de búsqueda de sintonía hasta dar con una cadena de rock suave.

Por primera vez desde que se habían metido en el coche JL  comenzó a relajarse. Primero los hombros, luego el cuello. Cruzó los tobillos.

Desde luego, pensó en lo que estaban a punto de hacer. Pero el pánico lo había abandonado en algún punto después de la salida cincuenta y siete. ¿Cómo dormir con Hanna podía ser algo menos que maravilloso? Llevaba ropa interior bonita, y ahí radicaba la mitad de la batalla, y con un poco de suerte y con apagar la luz justo a tiempo, lograría meterse bajo las sábanas ilesa.

Sonrió, le tomó la mano y se la llevó a los labios. Le besó la palma y saboreó su olor, luego dejó la mano justo donde había estado, en su pierna.

Puede que después de todo ni siquiera tuviera que apagar las luces. Quizá Hanna siempre había sabido cómo era.




Capitulo 49

— ¿Qué pasa?


Hanna miró las dos maletas de Jose Luis, ambas con suficiente ropa como para una semana, luego contempló su propio bolso. Meneó la cabeza, pero se contuvo de hacer comentario alguno mientras JL metía todo en el coche. Hanna  ocupó el asiento del pasajero.

Había elegido un atuendo sencillo, una blusa  y jeans ajustados para el viaje. El trayecto duraría menos de dos horas, y no quería sentirse cohibida en todo momento. Por otro lado, quizás cuando recibiera una dosis de su figura potenciada, eso lo ayudaría a entrar en atmósfera. Si se ponía sexy, entonces ella misma terminaría por perder los nervios y también entraría en atmósfera.

Se reclinó, tratando de parecer indiferente. Hanna sonrió y Jl le devolvió la sonrisa. Arrancó el vehículo. JL siguió sonriendo. Él puso la marcha y se adentró en el tráfico. 

El coche se desvió hacia el otro lado de la calle y JL maldijo al tratar de recuperar el control.

Eso demostraba que no era exagerado. Hanna no paraba de mirar su pecho, la calle y de nuevo su pecho. JL se sentía como en un partido de tenis.

A Jose Luis  comenzó a dolerle la sonrisa, y por encima de todo quería ponerse otra vez la chamarra.

Hanna carraspeó y miró al frente cuando el semáforo se puso verde. JL notó que tragaba saliva y que tenía unas gotitas de sudor en la frente.
Fueron en silencio un rato. Eran las siete pasadas y lo peor del tráfico ya había quedado atrás, pero en Maniatan no había una buena hora para conducir. JL intentó aprovechar el tiempo para relajarse. Inhaló hondo y exhaló. Pensó en la vieja ciudad portuaria de Mystic y en lo hermoso y apacible que sería el fin de semana. No le sirvió para nada. Aún sentía la adrenalina por el cuerpo


Capitulo 48

Hanna contempló su maleta, luego los dos pares de pijamas que sostenía en la mano. El rosa era más bonito, pero tenía un corte en la manga. El amarillo era más viejo, pero se encontraba en peor estado. Guardó éste último encima de dos blusas, pantalones, calcetines y ropa interior y por supuesto no podía faltar sus peluches, y miró alrededor para ver si se olvidaba de algo. ¿Una bata? Creyó que no. ¿Unlibro? Dios, esperaba que no.
Se dirigió al armario del baño y sacó la caja de preservativos. Pensó en separar dos, luego un tercero. “¡Qué diablos!”, exclamó para sus adentros, y guardó toda la caja en la maleta.

Echó un último vistazo rápido al dormitorio y miró la hora. Quedaban diez minutos hasta que tuviera que marcharse para ir a casa de JL, Cerró el cierre de la maleta, comprobó la cartera para cerciorarse de que llevaba efectivo, salió y cerró la puerta del apartamento. Ya estaba. Realmente iba a hacerlo.

Casi no pudo soportar la ansiedad. ¿Y si...?

No. No pensaba caer en eso. Nada de “Y si”. Ningún quizá. Se embarcaba en una misión que prometía cambiar su vida para mejor. Podía dejar de soñar con estar con Jl y hacerlo de verdad. Jl no la presionaría para llevar la relación al siguiente nivel. No la llevaría de compras para terminar buscando vajillas. No esperaría que le pidiera que se fuera a vivir con ella o, que Dios no lo quisiera, que le propusiera matrimonio.

Con JL, era el mejor de todos los mundos posibles. Entonces, ¿de qué se preocupaba?

Llegó el ascensor y la puerta se abrió. Entró y apretó al botón de la planta baja. Se obligó a no pensar en nada malo. Se negó a imaginar que no era capaz de hacerlo. Que perdía la amistad de Jose Luis


Capitulo 47

*DIA SIGUIENTE*

— ¿Para que quieres ropa sexy si no sales con nadie Jean?

— Claro que salgo con alguien idiota. Lamento que a ti se te ocurriera primero la idea de acostarte con Hanna. Es tan brillante que asusta.

— ¿Si? Te juro que a mí me está volviendo loco. Un segundo pienso que todos mis problemas se van a solucionar al acostarme con Hanna, y al siguiente tengo la certeza de que voy a arruinar mi vida. – menciono JL

—Jose Luis,  la respuesta a eso es sencilla, esto es lo que debes hacer— Jean seguía en sus cosas pero sabia lo que le diría a JL—. Primero, deshazte de todas esas cosas horribles y busca algo sexy. Segundo, cada vez que te surja un pensamiento sobre el fin de semana, ponte a cantar te adivine.

— Bromeas, ¿no? Esa canción no. Cada vez que me viene a la cabeza, no la puedo borrar.

— Exacto.

— De acuerdo— JL asintió—. Pero si termino en un psiquiátrico, te consideraré responsable de ello.

Jean sonrió.

— Sólo estaré fuera dos días.

— Pero se verán cuando vuelvan.

— Oh, sí.

— No suenas muy entusiasmado— comentó Jean—. Recuerda, te adivine.

La canción empezó a sonar en la cabeza de Jose Luis. No supo si abrazar o golpear a Jean.


viernes, 8 de noviembre de 2013

capitulo 46

Hanna  se inclinó para poder susurrarle al oído.

— ¿Qué vas a hacer el fin de semana?— JL  meneó la cabeza, no lo bastante valiente para contarle la decisión que había tomado unos momentos antes—. ¿Qué te parece un viaje a *****?

— Maravilloso.
— Conozco un hotelito estupendo. Con antigüedades y chimenea en los dormitorios.

— Suena perfecto.

— Bien— entonces apartó la mano y se volvió para hablar con Raul.

Jose Luis  no dejó de mirar el menú, aun cuando veía las palabras borrosas. El calor donde había posado su mano se disipó en unos momentos. La realidad de lo que le había propuesto tardó más en manifestarse.

Ya estaba. En cuatro días, Hanna y el  iban a ser más que amigos. Serían amantes. No como los amantes que Jose Luis  había conocido, y eso era lo maravilloso de todo. Quebrantarían las reglas, explorarían territorio virgen. Pero no lo asustaba. Bueno, no mucho. Porque Hanna  lo acompañaría en cada paso del camino.

— ¿Jose Luis?

Alzó la vista. Ashley  la observaba, y se dio cuenta de que llevaba un rato intentando hablar con el.

— ¿Hmm?

— ¿Compartes un pollo conmigo?

— Claro.

— Bien, ya que pretendo comerme todos los postres que tienen.

Jose Luis  cerró el menú. Las cosas marchaban bien. Era evidente que Hanna  no les había contado a los demás el pequeño incidente de aquella mañana. En cuatro días iba a embarcarse en la siguiente fase de su vida. La fase ajena a las preocupaciones, a las dudas.

— Oh, escuchen— comentó Ashley—. Después de cenar vayamos todos al Empire State Building, ¿de acuerdo?

— ¿Por qué?— preguntó Jose Luis  desconcertado.

— Porque ya casi es el cumpleaños de Raul. Así que le dije que podíamos ir allí un rato







Capitulo 45

— y porque me preguntas de tener hijos?
Por nada en especial
—El problema contigo, mi querido JL, es que insistes en humanizar a las mujeres. Les das cualidades de seres humanos y luego, cuando no actúan como tales, te rompen el corazón.

— No es verdad. Lo que pasa es que me gustan. Y el hecho de haber sido herido algunas veces no significa que todos las mujeres son iguales.

— Quieres decir que Hanna no es una igual a esas mujeres.

— Exacto. No lo es.

— Perfecto. Tres entre seis millones. Y hablando de Hanna  ¿cómo va la misión?

Antes de que pudiera responder, Hanna, Ashley y Raul llegaron a la mesa. Se saludaron y justo en ese momento apareció el camarero, y tal como el  había pensado, llevaba una copa llena de cerezas para el martini. Apuntó el nuevo pedido sin poder quitar los ojos de su nuevo amor. Jose Luis abrió el menú.

Hanna se sentó a su lado, y mientras Jose Luis miraba las ensaladas, se acercó más de lo que era necesario dado el tamaño de la mesa. Justo cuando centraba su atención en los pescados, la sintió. Su mano en el muslo. Ligera, tentativa, un poco temblorosa, pero no se retiró. A medida que pasaban los segundos, el pulso se le disparó cuando la presión en su pierna aumentó hasta que ella depositó la mano con seguridad. El calor de su piel atravesó sus sentidos como si no existieran. No supo qué hacer. ¿Devolverle el contacto? ¿Sonreír? ¿Decir algo?

Al final logró mirarla. Los ojos de Hanna reflejaban calma. Bajó la vista con rapidez y Jose Luis  sintió que le daba un ligero apretón.

Aunque solo le tocaba la parte superior del muslo, la sensación recorrió todo su cuerpo. Contuvo el aliento. Notó un nudo en el estómago. No se había equivocado. Mientras dejaran de preocuparse y confiaran en ellos, nada iba a salir mal. Podían llegar a ser mucho el uno para el otro. Los complementos perfectos.