— y porque me preguntas de
tener hijos?
— Por nada en especial
—El problema contigo, mi querido JL, es que
insistes en humanizar a las mujeres. Les das cualidades de seres humanos y
luego, cuando no actúan como tales, te rompen el corazón.
— No es verdad. Lo que pasa es que me gustan. Y el
hecho de haber sido herido algunas veces no significa que todos las mujeres son
iguales.
— Quieres decir que Hanna no es una igual a esas mujeres.
— Exacto. No lo es.
— Perfecto. Tres entre seis millones. Y hablando de
Hanna ¿cómo va la misión?
Antes de que pudiera responder, Hanna, Ashley y
Raul llegaron a la mesa. Se saludaron y justo en ese momento apareció el
camarero, y tal como el había pensado,
llevaba una copa llena de cerezas para el martini. Apuntó el nuevo pedido sin
poder quitar los ojos de su nuevo amor. Jose Luis abrió el menú.
Hanna se sentó a su lado, y mientras Jose Luis miraba
las ensaladas, se acercó más de lo que era necesario dado el tamaño de la mesa.
Justo cuando centraba su atención en los pescados, la sintió. Su mano en el
muslo. Ligera, tentativa, un poco temblorosa, pero no se retiró. A medida que
pasaban los segundos, el pulso se le disparó cuando la presión en su pierna
aumentó hasta que ella depositó la mano con seguridad. El calor de su piel
atravesó sus sentidos como si no existieran. No supo qué hacer. ¿Devolverle el
contacto? ¿Sonreír? ¿Decir algo?
Al final logró mirarla. Los ojos de Hanna reflejaban
calma. Bajó la vista con rapidez y Jose Luis sintió que le daba un ligero apretón.
Aunque solo le tocaba la parte superior del muslo,
la sensación recorrió todo su cuerpo. Contuvo el aliento. Notó un nudo en el
estómago. No se había equivocado. Mientras dejaran de preocuparse y confiaran
en ellos, nada iba a salir mal. Podían llegar a ser mucho el uno para el otro.
Los complementos perfectos.
buenisima!
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