— ¿Qué
pasa?
Hanna miró las dos maletas de Jose Luis, ambas con suficiente ropa como para
una semana, luego contempló su propio bolso. Meneó la cabeza, pero se contuvo
de hacer comentario alguno mientras JL metía todo en el coche. Hanna ocupó el asiento del pasajero.
Había elegido un atuendo sencillo, una blusa y jeans ajustados para el
viaje. El trayecto duraría menos de dos horas, y no
quería sentirse cohibida en todo momento. Por otro lado, quizás cuando
recibiera una dosis de su figura potenciada, eso lo ayudaría a entrar en
atmósfera. Si se ponía sexy, entonces ella misma terminaría por perder los
nervios y también entraría en atmósfera.
Se reclinó, tratando de parecer indiferente. Hanna sonrió y Jl le devolvió la
sonrisa. Arrancó el vehículo. JL siguió sonriendo. Él puso la marcha y se
adentró en el tráfico.
El coche se desvió hacia el otro lado de la calle y JL maldijo al tratar de
recuperar el control.
Eso demostraba que no era exagerado. Hanna no paraba de mirar su pecho, la
calle y de nuevo su pecho. JL se sentía como en un partido de tenis.
A Jose Luis comenzó a dolerle la
sonrisa, y por encima de todo quería ponerse otra vez la chamarra.
Hanna carraspeó y miró al frente cuando el
semáforo se puso verde. JL notó que tragaba saliva y que tenía unas gotitas de
sudor en la frente.
Fueron en silencio un rato. Eran las siete pasadas y lo peor del tráfico ya
había quedado atrás, pero en Maniatan no había una buena hora para conducir. JL
intentó aprovechar el tiempo para relajarse. Inhaló hondo y exhaló. Pensó en la
vieja ciudad portuaria de Mystic y en lo hermoso y apacible que sería el fin de
semana. No le sirvió para nada. Aún sentía la adrenalina por el cuerpo
No hay comentarios:
Publicar un comentario