sábado, 9 de noviembre de 2013

Capitulo 50

Salieron a la autopista y se concentró en el sonido de las ruedas. Sabía que debería decir algo. En los años que conocía a Hanna jamás habían tenido un silencio incómodo. Jamás. Quizá llamara alguien del grupo. Eso rompería la quietud. Aunque todos habían recibido órdenes estrictas de no llamar.


Así que clavó la vista en la parte de atrás del monovolumen.

— ¿Qué tarareas?

Se sobresaltó al oír la voz de Hanna.

— ¿Qué?

— Esa canción. La conozco pero no termino de saber cuál es.

No se había dado cuenta de que tarareaba, pero en cuanto Hanna la mencionó supo cual era.

— Es te adivine.

Hanna lo miró como si estuviera loco.

— Sí.

— Prometo que guardaré silencio.

— Ya es demasiado tarde. Se ha metido en mi cabeza.

JL encendió la radio. Primero oyeron algo de clásico, pero apretó el botón de búsqueda de sintonía hasta dar con una cadena de rock suave.

Por primera vez desde que se habían metido en el coche JL  comenzó a relajarse. Primero los hombros, luego el cuello. Cruzó los tobillos.

Desde luego, pensó en lo que estaban a punto de hacer. Pero el pánico lo había abandonado en algún punto después de la salida cincuenta y siete. ¿Cómo dormir con Hanna podía ser algo menos que maravilloso? Llevaba ropa interior bonita, y ahí radicaba la mitad de la batalla, y con un poco de suerte y con apagar la luz justo a tiempo, lograría meterse bajo las sábanas ilesa.

Sonrió, le tomó la mano y se la llevó a los labios. Le besó la palma y saboreó su olor, luego dejó la mano justo donde había estado, en su pierna.

Puede que después de todo ni siquiera tuviera que apagar las luces. Quizá Hanna siempre había sabido cómo era.




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