Jose Luis sonrió. Giró y la miró, desnuda y delgada a su lado. Aún podía olerla, y el aroma lo embriagaba. Lo despertaba, lo cual resultaba increíble, ya que había tenido la certeza de que nunca más podría volver a usar ese órgano.
— Hay fruta y chocolate en mi maleta— anunció Hanna
— No estoy hambriento de eso.
— Bromeas— abrió mucho los ojos.
— Solo un poco. Pero después de comer...— suspiró.
— Santo cielo. Ya sabes cómo me ponen los postres.
Mientras escuchaba la risa exuberante de Hanna, las tonterías de su conversación disminuyeron y en su lugar sintió una profunda sensación de sosiego.
— Fue estupendo— comentó Jose Luis.
— Lo sé— comentó Hanna seria de repente.
— No esperaba que fuera así.
— Yo tampoco.
— ¿Qué crees que significa?
— No estoy segura— lo miró a los ojos—. Pero creo que significa que debemos hacerlo en cada oportunidad que se nos presente.
— ¿De verdad?
— Hmm.
— Oh, cielos— musitó Jose Luis—. Ya sabes lo que pienso sobre fo...
— ¡JOSE LUIS!
jueves, 26 de diciembre de 2013
Capitulo 72
— Que podías ganar medallas de oro en la cama.- menciono Hanna
— Sí— sonrió—. Debí mencionártelo. Lo siento.
Lo pellizcó en el costado y apenas fue capaz de quejarse.
— Tú también tenías reservados algunos secretos. - mencino Jose Luis
— ¿Oh, sí?
— Hmm.
— Nunca. Te dije una y otra vez que era lo más bueno desde el pan recién horneado. Nunca prestaste atención.
— Mentirosa. Jamás me dijiste eso.
— Lo sé, pero sonaba bien, ¿no?
— ¿Sabes?, es verdad. Eres lo más bueno desde el pan recién horneado. - dijo Jose Luis en tono sexy
Ella encontró su mano y le apretó los dedos.
— Hablando de pan...
— ¿Tienes hambre?
— Estoy hambrienta.
— Pero, ¿eso no significa que uno de los dos debe moverse?
— A menos que tengas un sándwich oculto bajo la almohada. - dijo Hanna sonriendo
— Maldita sea, lo olvidé. - menciono Jose Luis rascandose la cabeza
— Entonces, sí, significa que uno de los dos debe moverse.
— Supongo que me toca a mí, ¿verdad?— Jose Luis suspiró.
— Eres tan perceptivo. Me encanta eso en ti.
— Sí— sonrió—. Debí mencionártelo. Lo siento.
Lo pellizcó en el costado y apenas fue capaz de quejarse.
— Tú también tenías reservados algunos secretos. - mencino Jose Luis
— ¿Oh, sí?
— Hmm.
— Nunca. Te dije una y otra vez que era lo más bueno desde el pan recién horneado. Nunca prestaste atención.
— Mentirosa. Jamás me dijiste eso.
— Lo sé, pero sonaba bien, ¿no?
— ¿Sabes?, es verdad. Eres lo más bueno desde el pan recién horneado. - dijo Jose Luis en tono sexy
Ella encontró su mano y le apretó los dedos.
— Hablando de pan...
— ¿Tienes hambre?
— Estoy hambrienta.
— Pero, ¿eso no significa que uno de los dos debe moverse?
— A menos que tengas un sándwich oculto bajo la almohada. - dijo Hanna sonriendo
— Maldita sea, lo olvidé. - menciono Jose Luis rascandose la cabeza
— Entonces, sí, significa que uno de los dos debe moverse.
— Supongo que me toca a mí, ¿verdad?— Jose Luis suspiró.
— Eres tan perceptivo. Me encanta eso en ti.
Capitulo 71
Jose Luis continuó acompañando todos los temblores. Luego se detuvo, se sentó, capturó sus piernas justo debajo de las rodillas y Hanna sintió su grueso calor irrumpir en su interior. Al penetrarla experimentó un segundo orgasmo. Jose Luis la llenó por completo, mitigando al fin la palpitación que había amenazado con volverla loca.
Le alzó las piernas hasta los hombros con el fin de poder penetrarla de forma más plena. Sus caderas la embistieron con aspereza, la energía que había detrás de ellas tan fiera y básica como la del hombre primitivo, tan urgentes y poderosas como una fuerza de la naturaleza.
Hanna abrió los ojos y lo vio contemplándola, sin parpadear, el rostro una máscara de lujuria, la mirada tan ardiente que la abrazó. En ningún momento JL apartó los ojos. Se dedicó a embestirla una y otra vez a un ritmo creciente a medida que la tensión de su cuerpo resaltaba las venas de su cuello.
Temblando, apretando, Hanna lo succionó, deseando hacer que entrara más y más dentro de su cuerpo. Jose Luis acomodó sus piernas en torno a la cintura y Hanna se sujetó allí con todas sus fuerzas.
Estaba a punto de alcanzar su propio orgasmo. Pudo verlo en su cara, sentirlo en su ritmo palpitante. Pensó que iba a gritar pero Jose Luis se inclinó y la besó con ardor. Hanna le devolvió el beso a la espera de su momento de liberación.
Cuando tuvo lugar, Jose Luis gritó, pero sin quebrar el beso. Hanna sintió el aire de sus pulmones, la canalización de la energía entrar en ella como un haz de luz blanca que la llevó una vez más al clímax.
Experimentaron juntos el orgasmo. Duró mucho tiempo. Oleada tras oleada de placer estremecedor, de contracción y relajación, para volver a ponerse tensos.
Por último, la tierra recuperó su movimiento normal, dejándolos a los dos húmedos, con el cabello revuelto y totalmente exhaustos.
Finalmente Jose Luis interrumpió el beso. Pero antes de apartarse, sonrió y eso le derritió el corazón a Hanna. Jamás se había atrevido a esperar que fuera de esa manera. Su imaginación no era tan buena.
Había sido algo tan superior que la asustaba.
Jose Luis se puso de espaldas tratando de que le disminuyeran las palpitaciones. Sabía que tenía que ir al baño a ducharse, pero no se movió. Se había quedado sin un gramo de energía, y al estar echado, pensó que era posible que no pudiera volver a moverse.
Bueno, no. Si Hanna quería una segunda ración lo conseguiría. Aunque iba a necesitar un rato para recuperarse lo suficiente para hablar, menos aún para actuar.
— Tienes valor— comentó hanna.
Jose Luis alzó la cabeza para poder verla. Resultó tanto esfuerzo que volvió a dejarla caer sobre la almohada.
— ¿Por qué?
— Porque nunca me lo dijiste.
— ¿Decirte qué?
Le alzó las piernas hasta los hombros con el fin de poder penetrarla de forma más plena. Sus caderas la embistieron con aspereza, la energía que había detrás de ellas tan fiera y básica como la del hombre primitivo, tan urgentes y poderosas como una fuerza de la naturaleza.
Hanna abrió los ojos y lo vio contemplándola, sin parpadear, el rostro una máscara de lujuria, la mirada tan ardiente que la abrazó. En ningún momento JL apartó los ojos. Se dedicó a embestirla una y otra vez a un ritmo creciente a medida que la tensión de su cuerpo resaltaba las venas de su cuello.
Temblando, apretando, Hanna lo succionó, deseando hacer que entrara más y más dentro de su cuerpo. Jose Luis acomodó sus piernas en torno a la cintura y Hanna se sujetó allí con todas sus fuerzas.
Estaba a punto de alcanzar su propio orgasmo. Pudo verlo en su cara, sentirlo en su ritmo palpitante. Pensó que iba a gritar pero Jose Luis se inclinó y la besó con ardor. Hanna le devolvió el beso a la espera de su momento de liberación.
Cuando tuvo lugar, Jose Luis gritó, pero sin quebrar el beso. Hanna sintió el aire de sus pulmones, la canalización de la energía entrar en ella como un haz de luz blanca que la llevó una vez más al clímax.
Experimentaron juntos el orgasmo. Duró mucho tiempo. Oleada tras oleada de placer estremecedor, de contracción y relajación, para volver a ponerse tensos.
Por último, la tierra recuperó su movimiento normal, dejándolos a los dos húmedos, con el cabello revuelto y totalmente exhaustos.
Finalmente Jose Luis interrumpió el beso. Pero antes de apartarse, sonrió y eso le derritió el corazón a Hanna. Jamás se había atrevido a esperar que fuera de esa manera. Su imaginación no era tan buena.
Había sido algo tan superior que la asustaba.
Jose Luis se puso de espaldas tratando de que le disminuyeran las palpitaciones. Sabía que tenía que ir al baño a ducharse, pero no se movió. Se había quedado sin un gramo de energía, y al estar echado, pensó que era posible que no pudiera volver a moverse.
Bueno, no. Si Hanna quería una segunda ración lo conseguiría. Aunque iba a necesitar un rato para recuperarse lo suficiente para hablar, menos aún para actuar.
— Tienes valor— comentó hanna.
Jose Luis alzó la cabeza para poder verla. Resultó tanto esfuerzo que volvió a dejarla caer sobre la almohada.
— ¿Por qué?
— Porque nunca me lo dijiste.
— ¿Decirte qué?
Capitulo 70
Hanna movió las caderas en un preludio inconsciente de lo que más deseaba. Encontró su mano y la guio hacia abajo para que Jose Luis pudiera sentir la reacción de su cuerpo a su contacto. En cuanto la tocó, la lengua dejó de remolinear sobre su pezón. Acariciándola con suavidad le separó los labios con la punta del dedo. Sin detenerse, encontró la piel que sobresalía y que tanto controlaba su pasión. Luego reinició el movimiento remolinante, solo que ésta vez con el dedo.
Hanna gimió, ahogándose en un mar de placer. Iba a alcanzar el clímax, lo pudo sentir en lo más hondo de su entrepierna. Los movimientos de Jose Luis se tornaron más y más veloces, y entonces paró, haciéndola gritar de consternación. En cuanto Hanna vio dónde estaba Jose Luis, la objeción se transformó en anticipación. En silencio Jose Luis se había bajado de la cama. Había estado tan concentrada en sus sensaciones que ni siquiera se había dado cuenta.
Oyó un sonido leve y vio que Jose Luis había sacado una caja de preservativos. Extrajo el círculo de fino látex y entonces Hanna cerró los ojos.
Un momento más tarde, le alzó las piernas con gentileza y las separó mientras se acomodaba. Con las palmas de las manos recorrió la cara interior de sus muslos hasta que los pulgares se juntaron en su unión. Una vez más la abrió y su aliento cálido la golpeó unos segundos antes de capturar el centro con sus labios.
Hanna gritó, aferró las sábanas, levantó las caderas y se quedó quieta mientras Jose Luis realizaba cosas increíblemente dulces con la lengua.
El clímax volvió a reanudarse en lo más hondo de su ser, poniéndola tensa, enloqueciéndola. Sacudió la cabeza de un lado a otro. Hanna dejó de respirar. Pero él no paró en ningún momento. La presión aumentó a medida que Jose Luis centraba su atención en ese punto diminuto; entonces hanna sintió un orgasmo que le agitó todo el cuerpo.
Hanna gimió, ahogándose en un mar de placer. Iba a alcanzar el clímax, lo pudo sentir en lo más hondo de su entrepierna. Los movimientos de Jose Luis se tornaron más y más veloces, y entonces paró, haciéndola gritar de consternación. En cuanto Hanna vio dónde estaba Jose Luis, la objeción se transformó en anticipación. En silencio Jose Luis se había bajado de la cama. Había estado tan concentrada en sus sensaciones que ni siquiera se había dado cuenta.
Oyó un sonido leve y vio que Jose Luis había sacado una caja de preservativos. Extrajo el círculo de fino látex y entonces Hanna cerró los ojos.
Un momento más tarde, le alzó las piernas con gentileza y las separó mientras se acomodaba. Con las palmas de las manos recorrió la cara interior de sus muslos hasta que los pulgares se juntaron en su unión. Una vez más la abrió y su aliento cálido la golpeó unos segundos antes de capturar el centro con sus labios.
Hanna gritó, aferró las sábanas, levantó las caderas y se quedó quieta mientras Jose Luis realizaba cosas increíblemente dulces con la lengua.
El clímax volvió a reanudarse en lo más hondo de su ser, poniéndola tensa, enloqueciéndola. Sacudió la cabeza de un lado a otro. Hanna dejó de respirar. Pero él no paró en ningún momento. La presión aumentó a medida que Jose Luis centraba su atención en ese punto diminuto; entonces hanna sintió un orgasmo que le agitó todo el cuerpo.
Capitulo 69
Hanna le tocó el torso con la palma de la mano, luego frotó su piel suave, disfrutando de la contradicción creada por los duros músculos que había debajo.
La besó y le rodeó los hombros con ambos brazos, acercándola. El beso le quitó todos los pensamientos de la cabeza y al sentir cómo la incitaba con el talento de su lengua tuvo que cerrar las piernas para intentar mitigar la insistente palpitación.
Como si le hubiera leído la mente, interrumpió el beso y la volvió para que pudiera acostarse. La siguió, esperó hasta que llegó al centro del colchón y luego volvió a besarla.
La mano encontró un pecho y Hanna tembló con ese primer contacto. La coronó con suavidad, luego pasó la palma sobre el pezón erguido. Cuando el ligero contacto se volvía insoportablemente dulce, posó la boca en ese punto exacto y tomó el pezón entre los dientes, succionando con pasión la carne dura.
Hanna arqueó la espalda y cerró los ojos. La sensación fue tan abrumadora, tan placentera que casi resultó excesiva, casi. Jose Luis jugó con ella, empleando la lengua, los labios y su aliento, cada movimiento más exquisito que el anterior. La presión en el núcleo de Hanna creció de forma insoportable, la presión le puso rígido el cuerpo, como si hubiera recibido cien voltios.
Le soltó el pezón derecho y encontró el izquierdo. Repitió las mismas atenciones, solo que en esa ocasión, al saber Hanna lo que le esperaba, le resultó imposible quedarse quieta.
La besó y le rodeó los hombros con ambos brazos, acercándola. El beso le quitó todos los pensamientos de la cabeza y al sentir cómo la incitaba con el talento de su lengua tuvo que cerrar las piernas para intentar mitigar la insistente palpitación.
Como si le hubiera leído la mente, interrumpió el beso y la volvió para que pudiera acostarse. La siguió, esperó hasta que llegó al centro del colchón y luego volvió a besarla.
La mano encontró un pecho y Hanna tembló con ese primer contacto. La coronó con suavidad, luego pasó la palma sobre el pezón erguido. Cuando el ligero contacto se volvía insoportablemente dulce, posó la boca en ese punto exacto y tomó el pezón entre los dientes, succionando con pasión la carne dura.
Hanna arqueó la espalda y cerró los ojos. La sensación fue tan abrumadora, tan placentera que casi resultó excesiva, casi. Jose Luis jugó con ella, empleando la lengua, los labios y su aliento, cada movimiento más exquisito que el anterior. La presión en el núcleo de Hanna creció de forma insoportable, la presión le puso rígido el cuerpo, como si hubiera recibido cien voltios.
Le soltó el pezón derecho y encontró el izquierdo. Repitió las mismas atenciones, solo que en esa ocasión, al saber Hanna lo que le esperaba, le resultó imposible quedarse quieta.
Capitulo 68
Hanna sintió el aire fresco en sus piernas, en los muslos y después en el estómago. Jose Luis hizo una pausa, bajó la vista y reanudó el movimiento pausado.
Cuando el bajo del camisón llegó hasta sus pechos, pensó en lo preocupada que había estado una hora antes. En ese momento comprendió que había sido por nada. Quería que la viera. Con defectos y todo. No importaba. Nada importaba salvo esa increíble proximidad. Habían saltado juntos desde el precipicio, sin saber dónde aterrizarían. Y en vez de un impacto duro, encontraron un cojín de amor y asombro.
El suspiro de Jose Luis le dijo todo lo que tenía que saber. Que le encantaba cómo era, del mismo modo que Hanna amaba su cuerpo. Alzó los brazos y le quitó el camisón, para arrojarlo sobre la cama.
— Eres deslumbrante— musitó—. Más hermosa de lo que había imaginado.
— Me siento bonita— sonrió.
— Me alegro. Desearía que pudieras sentir lo que siento yo. Ver lo mismo que yo puedo ver. - menciono Jose Luis con una sonrisa en su rostro
Cuando el bajo del camisón llegó hasta sus pechos, pensó en lo preocupada que había estado una hora antes. En ese momento comprendió que había sido por nada. Quería que la viera. Con defectos y todo. No importaba. Nada importaba salvo esa increíble proximidad. Habían saltado juntos desde el precipicio, sin saber dónde aterrizarían. Y en vez de un impacto duro, encontraron un cojín de amor y asombro.
El suspiro de Jose Luis le dijo todo lo que tenía que saber. Que le encantaba cómo era, del mismo modo que Hanna amaba su cuerpo. Alzó los brazos y le quitó el camisón, para arrojarlo sobre la cama.
— Eres deslumbrante— musitó—. Más hermosa de lo que había imaginado.
— Me siento bonita— sonrió.
— Me alegro. Desearía que pudieras sentir lo que siento yo. Ver lo mismo que yo puedo ver. - menciono Jose Luis con una sonrisa en su rostro
Capitulo 67
— Oh, Hanna, no te haces una idea. Me parece...
— Dímelo
La miró con una pasión tan eléctrica que Hanna sintió una sacudida.
— Te lo demostraré— susurró. Le apartó la mano y luego salió de la cama para quitarse el pijama.
Durante un momento la mirada de hanna se demoró en su torso, al mismo tiempo tan familiar y tan nuevo. Tan diferente al saber que era de ella para poder acariciarlo y besarlo. Luego bajó la vista a la parte de él que jamás había visto. A los músculos fuertes de su estómago bajo, a las caderas compactas, a su erección, tan poderosamente masculina que la hizo jadear.
Lo deseaba como nunca había deseado a un hombre. Se trataba de una experiencia absolutamente novedosa, algo que jamás había anticipado, ni siquiera cuando se había esforzado en imaginar ese momento.
Su amor por Jose Luis creció, a la altura de la confianza que le inspiraba. Supo sin vacilación que ese hombre increíble nunca le haría daño. Nunca.
Apartó el edredón y se acercó a Jose Luis. Alzó la vista y se regocijó con su belleza, con su sonrisa. Luego alargó otra vez la mano para tocarlo, guiándolo a su boca.
Jose Luis contuvo el aliento cuando los labios se posaron en la sedosa cabeza. Lo besó levemente y saboreó su aroma limpio y varonil; se movió despacio, reacia a precipitar el momento. Jose Luis no había soltado el aire mientras Hanna lo lamía en un movimiento circular para luego tomar la corona con la boca. Cuando ella movió la lengua al tiempo que succionaba con fuerza, Jose Luis al fin expulsó el aire con un gemido casi de dolor.
Hanna oyó su nombre, suave y con voz trémula. Asiéndolo con la mano, lo introdujo en la boca. Entonces, con un ritmo regular que seguía el de su propio corazón, deslizó la lengua arriba y debajo de su extensión. Se echó hacia atrás y se detuvo para jugar con la punta de la lengua, luego volvió a bajar hasta donde pudo.
Cerró los ojos mientras su mano lo tomaba por abajo, asombrada por la singularidad de su cuerpo, tan distinto al suyo propio y tan perfecto.
Jose Luis le tocó la parte de atrás de la cabeza; durante un instante Hanna pensó que era para animarla a continuar, pero entonces se dio cuenta de que quería que parara. Desconcertada, se retiró, soltándolo tanto con la mano como con los labios.
— Quiero verte— musitó Jose Luis—. Por favor.
hanna asintió, luego movió las piernas hasta el extremo de la cama para poder incorporarse junto a Jose Luis. Jose Luis alargó el brazo al borde de su camisón y extendió la mano para detenerla una vez más. Sus dedos se encargaron de la situación y despacio comenzó a subir el camisón.
— Dímelo
La miró con una pasión tan eléctrica que Hanna sintió una sacudida.
— Te lo demostraré— susurró. Le apartó la mano y luego salió de la cama para quitarse el pijama.
Durante un momento la mirada de hanna se demoró en su torso, al mismo tiempo tan familiar y tan nuevo. Tan diferente al saber que era de ella para poder acariciarlo y besarlo. Luego bajó la vista a la parte de él que jamás había visto. A los músculos fuertes de su estómago bajo, a las caderas compactas, a su erección, tan poderosamente masculina que la hizo jadear.
Lo deseaba como nunca había deseado a un hombre. Se trataba de una experiencia absolutamente novedosa, algo que jamás había anticipado, ni siquiera cuando se había esforzado en imaginar ese momento.
Su amor por Jose Luis creció, a la altura de la confianza que le inspiraba. Supo sin vacilación que ese hombre increíble nunca le haría daño. Nunca.
Apartó el edredón y se acercó a Jose Luis. Alzó la vista y se regocijó con su belleza, con su sonrisa. Luego alargó otra vez la mano para tocarlo, guiándolo a su boca.
Jose Luis contuvo el aliento cuando los labios se posaron en la sedosa cabeza. Lo besó levemente y saboreó su aroma limpio y varonil; se movió despacio, reacia a precipitar el momento. Jose Luis no había soltado el aire mientras Hanna lo lamía en un movimiento circular para luego tomar la corona con la boca. Cuando ella movió la lengua al tiempo que succionaba con fuerza, Jose Luis al fin expulsó el aire con un gemido casi de dolor.
Hanna oyó su nombre, suave y con voz trémula. Asiéndolo con la mano, lo introdujo en la boca. Entonces, con un ritmo regular que seguía el de su propio corazón, deslizó la lengua arriba y debajo de su extensión. Se echó hacia atrás y se detuvo para jugar con la punta de la lengua, luego volvió a bajar hasta donde pudo.
Cerró los ojos mientras su mano lo tomaba por abajo, asombrada por la singularidad de su cuerpo, tan distinto al suyo propio y tan perfecto.
Jose Luis le tocó la parte de atrás de la cabeza; durante un instante Hanna pensó que era para animarla a continuar, pero entonces se dio cuenta de que quería que parara. Desconcertada, se retiró, soltándolo tanto con la mano como con los labios.
— Quiero verte— musitó Jose Luis—. Por favor.
hanna asintió, luego movió las piernas hasta el extremo de la cama para poder incorporarse junto a Jose Luis. Jose Luis alargó el brazo al borde de su camisón y extendió la mano para detenerla una vez más. Sus dedos se encargaron de la situación y despacio comenzó a subir el camisón.
Capitulo 66
Jose Luis sonrió y Hanna de inmediato se sintió mejor. Agradecida por la luz que irradiaba la chimenea, pudo ver que Jose Luis no ocultaba nada, que aún la quería, aunque se hubiera retractado en el último instante.
— Hay algo que quiero decirte— anunció JL—. Antes de que regresemos a nuestra antigua relación.
— ¿Qué?— sintió un nudo en el estómago.
Jose Luis alzó la mano y le acarició la mejilla con el dorso, en un contacto tan ligero que fue más que una caricia. De algún modo, en ese movimiento hubo reverencia, como si quisiera honrarla.
Hanna cerró los ojos para impregnarse con la sensación exquisita que le provocaba su piel. Sintió un escalofrío que se inició en su interior y llegó a sus partes más vulnerables.
— Eres la mujer más hermosa que jamás he visto— susurró Jose Luis—. No solo porque tu cara fue echa por ángeles, sino porque haces que me sienta realmente bien. Haces que me ría y que piense. Soy más generoso cuando me encuentro a tu lado, y me has enseñado a no tomarme las cosas tan en serio. Pero principalmente, creo que eres hermosa porque tienes el corazón más amable del mundo.
— Oh, Jose Luis...
— No he terminado.
Lo miró y las lágrimas le empañaron la visión, pero no tanto para no poder ver la extraordinaria ternura en su mirada.
— Creo que hacer el amor contigo sería lo más cerca que un hombre podría estar del cielo. Pero también sé que preferiría cortarme el brazo derecho antes de hacer cualquier cosa que te provocara incomodidad. La cuestión es que te quiero, mi pequeña Hanna. Confío en ti.
Hanna suspiró, incapaz de hablar debido al nudo que tenía en la garganta. Le tocó la nuca, luego se adelantó y le dio un beso leve en la boca.
La suavidad de sus labios la retuvo.
El gemido bajo que emitió Jose Luis hizo que ahondara el beso.
Lo que le pasó a sus entrañas hizo que todo cambiara.
Se entregó al momento, a las fuerzas que la atraían de forma inexorable a sus brazos y lo probó, utilizando la punta de la lengua para incitar sus labios. Jose Luis gimió otra vez, en ésta ocasión de placer al entender cuáles eran sus intenciones. Le devolvió el beso y se aproximó, al tiempo que con la mano en su espalda la acercaba. Luego titubeó y se echó atrás lo suficiente para verla.
— ¿Estás segura?— murmuró Jose Luis con voz llena de deseo.
— Por completo— musitó Hanna.
Para demostrarle que hablaba en serio, metió la mano bajo la sábana y tocó la parte frontal de su pijama de seda a la altura de la cintura, luego la bajó hasta que encontró su erección. Se tomó su tiempo para explorar, sin introducir la mano bajo el pijama, solo sintiendo su forma y su tamaño.
No resultó nada incómodo. Ni siquiera durante un segundo. En ese instante sus últimas dudas se desvanecieron.
Jose Luis cerró los ojos y volvió a gemir; Hanna sonrió, complacida más allá de toda lógica por que él disfrutara tanto de su contacto. Porque su reacción fuera tan impresionante.
El corazón le palpitó con fuerza cuando metió los dedos debajo del pijama y tocó su piel encendida. Suave como la seda, caliente como el fuego y dura como el acero. Tan gruesa que apenas podía rodearla con la mano. Cuando lo acarició en la base lo excitó aún más.
— Hay algo que quiero decirte— anunció JL—. Antes de que regresemos a nuestra antigua relación.
— ¿Qué?— sintió un nudo en el estómago.
Jose Luis alzó la mano y le acarició la mejilla con el dorso, en un contacto tan ligero que fue más que una caricia. De algún modo, en ese movimiento hubo reverencia, como si quisiera honrarla.
Hanna cerró los ojos para impregnarse con la sensación exquisita que le provocaba su piel. Sintió un escalofrío que se inició en su interior y llegó a sus partes más vulnerables.
— Eres la mujer más hermosa que jamás he visto— susurró Jose Luis—. No solo porque tu cara fue echa por ángeles, sino porque haces que me sienta realmente bien. Haces que me ría y que piense. Soy más generoso cuando me encuentro a tu lado, y me has enseñado a no tomarme las cosas tan en serio. Pero principalmente, creo que eres hermosa porque tienes el corazón más amable del mundo.
— Oh, Jose Luis...
— No he terminado.
Lo miró y las lágrimas le empañaron la visión, pero no tanto para no poder ver la extraordinaria ternura en su mirada.
— Creo que hacer el amor contigo sería lo más cerca que un hombre podría estar del cielo. Pero también sé que preferiría cortarme el brazo derecho antes de hacer cualquier cosa que te provocara incomodidad. La cuestión es que te quiero, mi pequeña Hanna. Confío en ti.
Hanna suspiró, incapaz de hablar debido al nudo que tenía en la garganta. Le tocó la nuca, luego se adelantó y le dio un beso leve en la boca.
La suavidad de sus labios la retuvo.
El gemido bajo que emitió Jose Luis hizo que ahondara el beso.
Lo que le pasó a sus entrañas hizo que todo cambiara.
Se entregó al momento, a las fuerzas que la atraían de forma inexorable a sus brazos y lo probó, utilizando la punta de la lengua para incitar sus labios. Jose Luis gimió otra vez, en ésta ocasión de placer al entender cuáles eran sus intenciones. Le devolvió el beso y se aproximó, al tiempo que con la mano en su espalda la acercaba. Luego titubeó y se echó atrás lo suficiente para verla.
— ¿Estás segura?— murmuró Jose Luis con voz llena de deseo.
— Por completo— musitó Hanna.
Para demostrarle que hablaba en serio, metió la mano bajo la sábana y tocó la parte frontal de su pijama de seda a la altura de la cintura, luego la bajó hasta que encontró su erección. Se tomó su tiempo para explorar, sin introducir la mano bajo el pijama, solo sintiendo su forma y su tamaño.
No resultó nada incómodo. Ni siquiera durante un segundo. En ese instante sus últimas dudas se desvanecieron.
Jose Luis cerró los ojos y volvió a gemir; Hanna sonrió, complacida más allá de toda lógica por que él disfrutara tanto de su contacto. Porque su reacción fuera tan impresionante.
El corazón le palpitó con fuerza cuando metió los dedos debajo del pijama y tocó su piel encendida. Suave como la seda, caliente como el fuego y dura como el acero. Tan gruesa que apenas podía rodearla con la mano. Cuando lo acarició en la base lo excitó aún más.
Capitulo 65
jose luis volvió a quedarse quieto, salvo por la mano. La sintió moverse en su cadera, frotando el camisón de satén en pequeños círculos justo encima de su vientre.
— Sí— anunció JL.
— ¿Sí?
— Creo que es un poco tarde para negar que quería hacer el amor. Pero también he meditado mucho en nuestra relación. La idea de estar contigo, así... sabiendo que podríamos disfrutar incluso de más intimidad... No sé. Parecía algo bueno.
— ¿Y qué me dices de la parte que te asustaba? - menciono Hanna
— Sí, también pensé en eso. Pero entonces analicé las relaciones que había tenido. La familia de la que vengo. El matrimonio solo funciona para un reducido porcentaje de gente, que nace con algún tipo de gen especial para el. Yo no. En mi familia, las únicas personas que han disfrutado de alguna felicidad han sido las que han permanecido solteras.
— No sabía que en tu familia alguien se hubiera quedado soltero.
— Sí. Tengo una tío en texas que jamás se casó— Claro está que es gay, y lleva con su pareja más de diez años. ¡Eh! Quizá ahí radica el truco. He de hacerme gay.
— Careces de calificaciones— Hanna sonrió.
— Puedo falsearlas.
— Algunas cosas no.
— Maldita sea. Sabía que tenía que haber trampa.
Hanna se volvió, a pesar de que odiaba apartarse de esa posición increíblemente cómoda. Pero necesitaba verle la cara. Cerciorarse de que las cosas estaban bien. En cuanto se acomodó, se quedó pegada a Jl, pero de frente, con la cabeza en la misma almohada y las rodillas tocándose.
Capitulo 64
Era Hanna quien debía decidirlo. Lo único que tenía que hacer era bajar la mano y tocarlo. Volverse y besarlo. Lo anhelaba. La reacción de su cuerpo ante Jose Luis la delataba. El estómago contraído, la presión en los pechos. El modo en que necesitaba apretar las piernas.
En todos los sistemas brillaba la luz verde todo era perfecto nada la detendría.
Salvo el hecho de que sabía, con todo su corazón, que aquello estaba mal.
— ¿Qué sucede? - dijo JL
Hanna no había dicho ni una palabra. No se había movido, ni siquiera respirado, pero Jose Luis había percibido la diferencia. No quería contárselo, pero de todos modos él lo había sabido.
— No sé como explicarlo— comenzó—. Pero, hmm, no estoy... Quizá no deberíamos...
— ¿Hacer el amor? - dijo Jl
— Hmm.
Esperó que Hanna dijera algo, pero no lo hizo. Centró la atención en su cuerpo, con la esperanza de poder leerlo con la misma precisión que había demostrado JL con ella. No apretó la mano sobre su cintura, no movió las piernas. Y la prueba más obvia de su disposición a continuar no se encogió. Lo único que cambió fue su respiración sobre su cuello. Se tornó más pausada, y durante un momento cesó por completo. Tras varios segundos lo sintió exhalar.
— ¿Estás furioso conmigo?— preguntó, rezando para no haber cometido un daño irreparable con ese plan demente. El viaje y el tiempo que habían pasado en esa habitación le habían demostrado que JL era la persona más importante en su vida. Las relaciones iban y venían, pero él... sería suyo para siempre, si no estropeaba las cosas.
— Claro que no— respondió—. Te mentiría si dijera que no me siento un poco decepcionado, pero lo superaré.
— ¿Por qué?
— ¿Por qué lo superaré? Porque no tengo doce años.
— No, no me refería a eso. ¿Por qué estás decepcionado?
— Hmm, ¿no es obvio?
Hanna sintió que movía las caderas y eso le recordó que, a pesar de su amable aceptación, su cuerpo había estado listo para despegar cuando ella apretó el botón de abortar la misión.
— Quiero decir, ¿estás decepcionado porque no tenemos sexo o porque querías que la relación, ya sabes, cambiara?
capitulo 63
Asintió y al final hizo acopio de coraje para mirarlo. La preocupación que sentía por ella resultaba tan obvia que le produjo un nudo en el pecho. Jose Luis le sonrió. Tenía un rostro hermoso, y no solo por los rasgos clásicos, sino por la amabilidad que irradiaba. Porque estaba lleno de amor.
— Acostémonos— después de quedar de espaldas en la cama, la puso de costado y se acurrucó detrás de ella.. Con el brazo en torno a su cintura Hanna sintió su aliento en el cuello—. Nos quedaremos así un rato— sugirió Jose Luis—. Charlaremos.
— Me gusta.— afirmó, acostumbrándose a tener su cuerpo tan cerca, haciéndole saber que no tenía prisa. O quizá que no deseaba hacerlo. Se sintió un poco desilusionada, pero no mucho. Probablemente era lo mejor. En realidad, se sintió aliviada había desaparecido la presión y podía relajarse.
Pero entonces se movió. Tardó un minuto en darse cuenta de lo que tenía apoyado contra la cadera. Contuvo el aliento, cerciorándose de que lo que sentía era de verdad lo que creía que sentía..
Oh, sí. Lo era. No la había abrazado porque no la deseara, sino porque la había visto titubear.
Entonces lo entendió. Su cuerpo le había dicho lo que sus palabras no podían. La deseaba estaba listo. Pero dependía de Hanna dar el primer paso.
Capitulo 62
Se lavó los dientes, usó el enjuague bucal, se quitó el maquillaje y se cepilló el cabello. En todo momento recordó que nada podía salir mal. No con Jose Luis a su lado.
Tras un último vistazo al espejo, recogió la ropa, respiró hondo y abrió la puerta.
El fuego era la única luz en la habitación. Jose Luis ya se había metido en la cama, sentado, con la espalda apoyada en las almohadas grandes. De haber estado desnudo, quizá se hubiera asustado, pero los pijamas eran una ropa práctica.
Fue al armario, metió sus cosas dentro y se volvió para contemplar la cama. Se preguntó cuánto podía ver él con esa luz, y si le gustaba lo que veía.
— Oh, Dios— musitó Jose Luis.
— ¿Qué sucede?
— Eres tan hermosa.
Las palabras parecieron flotar sobre ella, agitadas por las sombras que danzaban sobre la pared Lo creyó. Avanzo hacia él, sintiendo su mirada y deseó decir algo apropiado, significativo. Quería que supiera cuánto le importaba y cómo saber que él estaba allí le daba valor para seguir andando. Pero no logró juntar las palabras al llegar a su lado y ver que apartaba el edredón, las palabras ya no parecieron importantes.
Se deslizó junto a su cuerpo hasta que sus costados se tocaron. Jose Luis la tapó con el edredón, luego le tomó la mano y se la apretó con suavidad.
— ¿Estás nervioso?— inquirió Hanna.
— Un poco— repuso.
— Yo también— reconoció ella— Más o menos.
— No tenemos por qué hacer nada.
— Lo sé— él movió la mano y Hanna sintió que con el pulgar le acariciaba la palma. Fue un contacto ligero y adorable—. ¿Tu quieres?— susurró.
— Sí, si tú quieres.
— Yo sí— convino ella.— Creo.
— ¿Crees?
viernes, 13 de diciembre de 2013
Capitulo 61
Sacó el
cepillo de dientes y el enjuague bucal. Luego vio el cepillo de dientes de Jose
Luis, aún húmedo, encima de sus utensilios para afeitarse. Lo había visto cientos
de veces en el baño de su casa. Y nunca le había dado importancia. Pero en ese
momento parecía el colmo de la intimidad. Lo había usado para tener un aliento
fresco cuando la besara. Tenía que hablar con Ashley sabría que hacer. ¿Dónde
estaba el teléfono, y quién demonios había pensado que prohibir las llamadas
telefónicas durante el fin de semana era una buena idea?
Oficialmente dependía de sí misma, y lo detestaba. Con mano temblorosa, echó pasta de dientes sobre el cepillo y entonces se le ocurrió. No estaba sola. Su mejor amigo en todo el mundo se hallaba en la otra habitación. Podía contarle que estaba nerviosa y él lo entendería. La cuestión era que en ese momento podía salir y decirle que quería cancelarlo todo. Después de todo, se trataba de Jose Luis, quien conocía sus inseguridades, sus defectos, su locura y, de todos modos la quería.
La ansiedad que la había acosado durante unos momentos se desvaneció en una oleada de alivio. Se había estado volviendo loca por nada. Era Jose Luis. Simplemente Jose Luis. Todo saldría bien
Oficialmente dependía de sí misma, y lo detestaba. Con mano temblorosa, echó pasta de dientes sobre el cepillo y entonces se le ocurrió. No estaba sola. Su mejor amigo en todo el mundo se hallaba en la otra habitación. Podía contarle que estaba nerviosa y él lo entendería. La cuestión era que en ese momento podía salir y decirle que quería cancelarlo todo. Después de todo, se trataba de Jose Luis, quien conocía sus inseguridades, sus defectos, su locura y, de todos modos la quería.
La ansiedad que la había acosado durante unos momentos se desvaneció en una oleada de alivio. Se había estado volviendo loca por nada. Era Jose Luis. Simplemente Jose Luis. Todo saldría bien
Capitulo 60
Jose Luis se
dirigió a la cama al tiempo que se desabrochaba la camisa. Hanna entró en el
baño y se apresuró a cerrarla a su espalda...
Se estaba desnudando. En ese preciso instante.
Ella misma se iba a desnudar. En ese momento también. El baño era grande y la bañera parecía
espaciosa. Quizá pasara la noche allí.
Narra Hanna:
No. No, no, no. Fue jose Luis quien me lo había
pedido. Prácticamente me ha tenido que obligar a hacerlo. Ya no puedo echarme para atrás.
Antes de cambiar de parecer se quitó la ropa y
arrojó la camiseta y los jeans sobre el borde de la bañera. Luego se desprendió
del Wonderbra, y en el acto vacilo para ponérselo. Dios, las sentía tan caídas
sin él. Sin embargo, no podía ponerse el sujetador con el camisón. Jose Luis lo
notaría.
Se pasó el camisón por encima de la cabeza y luego se
quitó la parte de abajo. Despacio, se volvió hacia el espejo para observarse.
No estaba mal. Se la veía bien. Jamás aparecería en la portada de Portii o
cualquier otra revista, aunque tampoco debía cubrirse la cara con una bolsa de
papel.
El satén negro hacía que su piel pareciera delicada y
suave. El encaje alrededor del corpiño acentuaba sus pechos. Se pasó las manos
por las caderas. Todo iba a salir bien.
Capitulo 59
Cuando se abrió la puerta
del baño Hanna respondió a su propia pregunta. Su problema no radicaba en tener
sexo con Jose Luis, sino que Jose Luis tuviera sexo con ella.
Con anterioridad había estado nerviosa por hacer el amor, pero nunca de esa manera. Antes jamás había tenido mucho que perder si las cosas no funcionaban. Pero, ¿y con Jose Luis? ¿Y si no se excitaba en cuanto se metiera en la cama? ¿Y si detestaba el modo en que ella besaba?¿Y si era demasiado ruidosa y eso lo enfriaba?
¿Y si se largaba y lo llamaba desde Nueva York?
Era demasiado tarde Jose Luis le sonrió e indicó el baño.
— Es todo tuyo.
¿Cómo podía estar tan tranquilo? Parecía como si para él fuera una noche más, sin nada en juego. ¿No le importaba que todo pudiera cambiar?
Con anterioridad había estado nerviosa por hacer el amor, pero nunca de esa manera. Antes jamás había tenido mucho que perder si las cosas no funcionaban. Pero, ¿y con Jose Luis? ¿Y si no se excitaba en cuanto se metiera en la cama? ¿Y si detestaba el modo en que ella besaba?¿Y si era demasiado ruidosa y eso lo enfriaba?
¿Y si se largaba y lo llamaba desde Nueva York?
Era demasiado tarde Jose Luis le sonrió e indicó el baño.
— Es todo tuyo.
¿Cómo podía estar tan tranquilo? Parecía como si para él fuera una noche más, sin nada en juego. ¿No le importaba que todo pudiera cambiar?
Capitulo 58
Se inclinó y se mojó la
cara. Esa noche el truco iba a radicar en escuchar, en prestar cuidadosa atención
y dejar que Hanna llevara el ritmo. Necesitaría un esfuerzo sobrehumano, pero
debía. ser de esa manera.. Si ella cambiaba de parecer en cualquier fase del
juego, le sonreiría. y le diría que no pasaba nada.. Lo más importante era su
relación global. Bajo ningún concepto pensaba marcharse de esa posada con
alguna tensión entre ellos. Lucharía por su amistad y ganaría.. Sin importar
que fueran amantes o no.
Hanna sacó su pijama de la maleta.. Era negro,
largo hasta los pies, con encaje alrededor del corpiño... era el camisón más
bonito que jamás había tenido. La hacía parecer exótica y sensual, y sabía que
a Jose Luis le iba a gustar mucho. La cuestión era si se hallaba preparada para
que lo viera.
A pesar de la maravillosa habitación, del fuego y
del champán, aún la dominaban las dudas. Se había convencido de que en cuanto
llegaran, en cuanto cruzaran el punto de no retorno, todas sus inseguridades y
temores iban a desaparecer.
No había sido así.
Si pensara que lo único que iban a hacer era
charlar y acurrucarse, sería la mujer más relajada Pero no era eso. Era una
cita de sexo. El sexo era bueno. El sexo entre amigos debería ser aún mejor. Y
con Jose Luis lo máximo Entonces, ¿cuál era el problema?
Dobló el camisón sobre el
brazo, sacó el pequeño estuche con el maquillaje y lo depositó en la cama. No
iba a necesitar nada más, de manera.que cerró la maleta y la guardó en el
armario.
Capitulo 57
Ocupó las manos en sacar las cosas para afeitarse y
la mente para recitar las estadísticas de bateo de Babee Ruth. La condición
dolorosa de su entrepierna se mitigó con la actividad, por lo que suspiró al
dirigirse al baño.
— ¿Quieres irte a la cama ya?— musitó ella justo cuando llegaba la puerta.
Todos sus esfuerzos se fueron. Al instante se excitó, dolorosamente consciente de la proximidad de Hanna y de su propio deseo.
— Claro— dijo con lo que esperaba fuera un tono casual—. Salgo en un minuto.
Cerró la puerta, fue al lavabo y abrió la llave. Pero no se lavó. Se contempló en el espejo. La imagen no se veía muy clara en la oscuridad del cuarto, pero fue capaz de verse los ojos. Sí, parecía tan desesperado como se sentía. Era distinto de cualquier ocasión anterior, con cualquier otra mujer. Ni siquiera la primera vez había estado tan lleno de ansiedad. Una parte de él quería cancelarlo todo y volver a Nueva York, pero otra parte, la más baja., no quería otra cosa que tenerla en sus brazos. Descubrir todos sus secretos. Cumplir un deseo antiguo ya.
— ¿Quieres irte a la cama ya?— musitó ella justo cuando llegaba la puerta.
Todos sus esfuerzos se fueron. Al instante se excitó, dolorosamente consciente de la proximidad de Hanna y de su propio deseo.
— Claro— dijo con lo que esperaba fuera un tono casual—. Salgo en un minuto.
Cerró la puerta, fue al lavabo y abrió la llave. Pero no se lavó. Se contempló en el espejo. La imagen no se veía muy clara en la oscuridad del cuarto, pero fue capaz de verse los ojos. Sí, parecía tan desesperado como se sentía. Era distinto de cualquier ocasión anterior, con cualquier otra mujer. Ni siquiera la primera vez había estado tan lleno de ansiedad. Una parte de él quería cancelarlo todo y volver a Nueva York, pero otra parte, la más baja., no quería otra cosa que tenerla en sus brazos. Descubrir todos sus secretos. Cumplir un deseo antiguo ya.
Capitulo 56
— Lo sé— dejó la
servilleta que había rodeado la botella de champán—. Por eso pensé que te
gustaría.— descorchó la botella y sirvió el líquido burbujearte en las dos
copas que Hester había dejado sobre la mesita.
— Gracias.
Hanna se había situado a su lado, y cuando le pasó la copa, sus dedos se rozaron. En el acto las imágenes volvieron a aparecer en la mente de Jose Luis, una encima de otra, pero en todas ellas con ella en el centro—
— Por la amistad— dijo jose luis alzando la copa.
— Por la amistad— repitió Hanna, brindando.
— Gracias.
Hanna se había situado a su lado, y cuando le pasó la copa, sus dedos se rozaron. En el acto las imágenes volvieron a aparecer en la mente de Jose Luis, una encima de otra, pero en todas ellas con ella en el centro—
— Por la amistad— dijo jose luis alzando la copa.
— Por la amistad— repitió Hanna, brindando.
Capitulo 55
— Ahora los dejaré para
que guarden sus cosas. El desayuno se sirve desde las nueve hasta las diez y
media. Me temo que esta noche no hay servicio de habitaciones, pero si ven que
algo les falta, háganmelo saber por la mañana y lo solucionaré.
— Gracias, Hester—, dijo Hanna mientras se dirigían hacia la puerta.—. Todo es perfecto.
— Eso me gusta pensar— comentó la mujer mayor—. Que tengan una buena noche.
Hanna le dio la espalda a la bañera y musitó su despedida. Jose Luis se había acercado a la chimenea y contemplaba las llamas. ¿Pensaría en lo que sucedería a continuación? ¿En convertir las imágenes en algo de carne y pasión?
Se volvió hacia ella con una sonrisa misteriosa en sus labios humedecidos.
— ¿Sabes qué parece?
— ¿Qué?— se aproximó a Jose Luis, asombrada por la conexión que había entre ambos.
— Es como si nos encontráramos en la cubierta del Enterprise.
Hanna se detuvo y
soltó una carcajada.— Gracias, Hester—, dijo Hanna mientras se dirigían hacia la puerta.—. Todo es perfecto.
— Eso me gusta pensar— comentó la mujer mayor—. Que tengan una buena noche.
Hanna le dio la espalda a la bañera y musitó su despedida. Jose Luis se había acercado a la chimenea y contemplaba las llamas. ¿Pensaría en lo que sucedería a continuación? ¿En convertir las imágenes en algo de carne y pasión?
Se volvió hacia ella con una sonrisa misteriosa en sus labios humedecidos.
— ¿Sabes qué parece?
— ¿Qué?— se aproximó a Jose Luis, asombrada por la conexión que había entre ambos.
— Es como si nos encontráramos en la cubierta del Enterprise.
— Se supone que debes sentirte en el pasado, no en el futuro.
— Lo sé. Pero me parece algo surrealista. Este sitio, nosotros.
Asintió, luego fue a servir el champán. No sabía jose Luis, pero a Hanna le iría. bien una copa.
— No puedo dejar de imaginar...
— ¿Al señor Spock?
— No— sonrió—. Dame una copa, por favor. No puedo dejar de imaginar a todas las parejas que han pasado por aquí antes que nosotros. No es como la habitación de un hotel. Es algo mucho más personal.
Capitulo 54
Miró a Hanna y luego al sofá que había delante del
fuego y en su mente apareció una imagen de ella tan clara como una fotografía.
Desnuda y hermosa, reposaba en postura lánguida. La piel le brillaba con el
reflejo de las llamas, la sonrisa tan abierta como la postura.
Aparto la vista, pero se encontró contemplando
la cama. Era enorme, un edredón blanco y almohadas grandes y mullidas. Se
imaginó a Hanna allí, reclinada sobre
las almohadas, el cabello largo castaño enmarcándole el rostro, el cuerpo
estirado en toda su gloria, desnuda y...
— Es magnífica— comentó Hanna.
— Oh, sí— susurró, con la imagen aún en su
mente.
— Y muy tranquila.— la voz de Hester quebró la
ilusión—. No más nadie en la habitación de a lado— pasó junto a la cama— Aquí
esta el baño— Espero hasta que Hanna se acercara para echar un vistazo—. Es uno de
mis lugares favoritos de la casa.
Jose Luis se dio cuenta de que aún sostenía las maletas.
Las dejó en el suelo y siguió a Hanna increíble cuarto Grande, con una enorme
bañera con patas como gras contra una pared, un lavabo en forma de pedestal en
otra y una cómoda oculta detrás de una cortina de encaje; era una habitación
construida con la comodidad en la mente. En dos anaqueles había velas
encendidas que creaban sombras complejas sobre las paredes.
Vio a
Hanna en la bañera, con una pierna doblada sobre el borde y gotas de
agua que brillaban sobre su torso Unos mechones de cabello caían por su cuello.
Maldición.
Capitulo 53
— Buenas noches
Jose Luis se volvió del
fuego para saludar a la anfitriona. Parecía tan acogedora como el lugar,
rellena, con el pelo gris y una sonrisa cálida.
— Soy Hester— dijo—, y usted debe ser el señor
Ortega.
— Sí— dejó las maletas y le estrechó la mano—.
Esta es la señorita Hanna.
Hester dio la bienvenida a Hanna y luego le entregó a Jose Luis una tarjeta de registro.
— No se moleste en rellenarla ahora. Es tarde, y
estoy segura de que querrán instalarse Tráigamela mañana. Vengan, les mostraré
su habitación.
Jose Luis
le sonrió a Hanna, y ella no pudo
evitar devolverle el gesto. Realmente habían cruzado el umbral a otro mundo. El
olor, la atmósfera, las antigüedades... todo estaba distanciado de la ciudad.
Avanzaron por un pasillo lleno de cuadros hasta que
Hester se detuvo en la última puerta. La abrió con una llave, no con una
tarjeta magnética, y se aparto a un lado para dejarlos pasar.
Todo era perfecto. En la chimenea crepitaba un
fuego y la botella de champán que había pedido rebosaba en una alta cubitera.
Capitulo 52
Hanna abrió el
maletero con el mando a distancia.
— Estoy de acuerdo. Y creo que te gustará este sitio.
Jose Luis tomó una de sus maletas mientras Hanna de su propia maleta. Había llamado con anticipación para advertir al propietario de que iban a llegar tarde. Quería que todo saliera bien. El fin de semana parecía tan frágil como el hielo Jose Luis estaba nervioso. Intentaba ocultarlo, pero lo notaba. El modo en que se mordisqueaba el labio. Cómo tarareaba. Deseó poder mitigar sus temores, pero la verdad era que Hanna se sentía igual de nerviosa.
— Estoy de acuerdo. Y creo que te gustará este sitio.
Jose Luis tomó una de sus maletas mientras Hanna de su propia maleta. Había llamado con anticipación para advertir al propietario de que iban a llegar tarde. Quería que todo saliera bien. El fin de semana parecía tan frágil como el hielo Jose Luis estaba nervioso. Intentaba ocultarlo, pero lo notaba. El modo en que se mordisqueaba el labio. Cómo tarareaba. Deseó poder mitigar sus temores, pero la verdad era que Hanna se sentía igual de nerviosa.
Mientras subían por el sendero de grava. Hanna pensó en lo que había sentido por Jose
Luis desde el principio.
En un comienzo había sido más adoración que
afecto. Estuvo embobado, eso era todo. Pero con el tiempo había cambiado hasta
convertirse en la amistad más cálida de su vida. El objetivo del plan elaborado
por Jose Luis era liberarse del equipaje que siempre acompañaba al amor. La
necesidad, los juegos, los celos.
Jose Luis le
abrió la puerta. y entraron en el salón del antiguo edificio. Fue como
retroceder en el tiempo.
Paredes de madera con cuadros del siglo XVII
adornaban la entrada. El olor a pan recién horneado mezclado con el aroma de
especias le produjo una clama inmediata. La chimenea enorme que dominaba el
salón exhibía un fuego bien alimentado. Una pareja joven estaba sentada en un
sofá mullido, tan pegados que apenas se distinguía dónde terminaba el chico y
dónde empezaba la chica.
Capitulo 51
Llegaron a Mystic a las
diez menos cuarto Hanna llevaba años sin
ir a la Posada Carlise, y el lugar era incluso más hermoso de lo que recordaba.
En el pasado había sido una taberna construida en 1740, pero el dueño había
restaurado el edificio y re decorado las habitaciones con muebles de época.
— Es precioso— manifestó Hanna.
— ¿Nunca has visto Mystic?
— Lo único que se del lugar es que se supone que
tiene una buena pizza.
Jose Luis rio
mientras se estacionaba en un estacionamiento reducido situado junto al
edificio principal.
— Vamos. Entremos. No se tú, pero yo estoy
cansada— salió al fresco aire nocturno había acertado al llevar la chamarra. Y
reservar la habitación con chimenea.
— ¿Hueles eso?— inquirió Jose Luis.
Miró por encima del techo del coche para verlo
respirar hondo.
—¿Qué?
— El océano. Puedo oler las algas. Ha sido una
idea maravillosa.
— ¿Sí?— lamentó haberlo
dicho en cuanto la palabra salió de su boca. Jose Luis pareció sorprendido, como si no esperara que
aún tuviera dudas.
— Como mínimo, hemos salido de la ciudad— soltó
con vehemencia— nada de teléfonos, coches, etc.
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