Miró a Hanna y luego al sofá que había delante del
fuego y en su mente apareció una imagen de ella tan clara como una fotografía.
Desnuda y hermosa, reposaba en postura lánguida. La piel le brillaba con el
reflejo de las llamas, la sonrisa tan abierta como la postura.
Aparto la vista, pero se encontró contemplando
la cama. Era enorme, un edredón blanco y almohadas grandes y mullidas. Se
imaginó a Hanna allí, reclinada sobre
las almohadas, el cabello largo castaño enmarcándole el rostro, el cuerpo
estirado en toda su gloria, desnuda y...
— Es magnífica— comentó Hanna.
— Oh, sí— susurró, con la imagen aún en su
mente.
— Y muy tranquila.— la voz de Hester quebró la
ilusión—. No más nadie en la habitación de a lado— pasó junto a la cama— Aquí
esta el baño— Espero hasta que Hanna se acercara para echar un vistazo—. Es uno de
mis lugares favoritos de la casa.
Jose Luis se dio cuenta de que aún sostenía las maletas.
Las dejó en el suelo y siguió a Hanna increíble cuarto Grande, con una enorme
bañera con patas como gras contra una pared, un lavabo en forma de pedestal en
otra y una cómoda oculta detrás de una cortina de encaje; era una habitación
construida con la comodidad en la mente. En dos anaqueles había velas
encendidas que creaban sombras complejas sobre las paredes.
Vio a
Hanna en la bañera, con una pierna doblada sobre el borde y gotas de
agua que brillaban sobre su torso Unos mechones de cabello caían por su cuello.
Maldición.
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