jueves, 26 de diciembre de 2013

Capitulo 66

Jose Luis sonrió y Hanna de inmediato se sintió mejor. Agradecida por la luz que irradiaba la chimenea, pudo ver que Jose Luis no ocultaba nada, que aún la quería, aunque se hubiera retractado en el último instante.

— Hay algo que quiero decirte— anunció JL—. Antes de que regresemos a nuestra antigua relación.

— ¿Qué?— sintió un nudo en el estómago.

Jose Luis alzó la mano y le acarició la mejilla con el dorso, en un contacto tan ligero que fue más que una caricia. De algún modo, en ese movimiento hubo reverencia, como si quisiera honrarla.

Hanna cerró los ojos para impregnarse con la sensación exquisita que le provocaba su piel. Sintió un escalofrío que se inició en su interior y llegó a sus partes más vulnerables.

— Eres la mujer más hermosa que jamás he visto— susurró Jose Luis—. No solo porque tu cara fue echa por ángeles, sino porque haces que me sienta realmente bien. Haces que me ría y que piense. Soy más generoso cuando me encuentro a tu lado, y me has enseñado a no tomarme las cosas tan en serio. Pero principalmente, creo que eres hermosa porque tienes el corazón más amable del mundo.

— Oh, Jose Luis...

— No he terminado.

Lo miró y las lágrimas le empañaron la visión, pero no tanto para no poder ver la extraordinaria ternura en su mirada.

— Creo que hacer el amor contigo sería lo más cerca que un hombre podría estar del cielo. Pero también sé que preferiría cortarme el brazo derecho antes de hacer cualquier cosa que te provocara incomodidad. La cuestión es que te quiero, mi pequeña Hanna. Confío en ti.

Hanna suspiró, incapaz de hablar debido al nudo que tenía en la garganta. Le tocó la nuca, luego se adelantó y le dio un beso leve en la boca.

La suavidad de sus labios la retuvo.

El gemido bajo que emitió Jose Luis hizo que ahondara el beso.

Lo que le pasó a sus entrañas hizo que todo cambiara.
Se entregó al momento, a las fuerzas que la atraían de forma inexorable a sus brazos y lo probó, utilizando la punta de la lengua para incitar sus labios. Jose Luis gimió otra vez, en ésta ocasión de placer al entender cuáles eran sus intenciones. Le devolvió el beso y se aproximó, al tiempo que con la mano en su espalda la acercaba. Luego titubeó y se echó atrás lo suficiente para verla.

— ¿Estás segura?— murmuró Jose Luis con voz llena de deseo.

— Por completo— musitó Hanna.

Para demostrarle que hablaba en serio, metió la mano bajo la sábana y tocó la parte frontal de su pijama de seda a la altura de la cintura, luego la bajó hasta que encontró su erección. Se tomó su tiempo para explorar, sin introducir la mano bajo el pijama, solo sintiendo su forma y su tamaño.

No resultó nada incómodo. Ni siquiera durante un segundo. En ese instante sus últimas dudas se desvanecieron.
Jose Luis cerró los ojos y volvió a gemir; Hanna sonrió, complacida más allá de toda lógica por que él disfrutara tanto de su contacto. Porque su reacción fuera tan impresionante.

El corazón le palpitó con fuerza cuando metió los dedos debajo del pijama y tocó su piel encendida. Suave como la seda, caliente como el fuego y dura como el acero. Tan gruesa que apenas podía rodearla con la mano. Cuando lo acarició en la base lo excitó aún más.



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