jueves, 26 de diciembre de 2013

Capitulo 67

— Oh, Hanna, no te haces una idea. Me parece...

— Dímelo

La miró con una pasión tan eléctrica que Hanna sintió una sacudida.

— Te lo demostraré— susurró. Le apartó la mano y luego salió de la cama para quitarse el pijama.

Durante un momento la mirada de hanna se demoró en su torso, al mismo tiempo tan familiar y tan nuevo. Tan diferente al saber que era de ella para poder acariciarlo y besarlo. Luego bajó la vista a la parte de él que jamás había visto. A los músculos fuertes de su estómago bajo, a las caderas compactas, a su erección, tan poderosamente masculina que la hizo jadear.

Lo deseaba como nunca había deseado a un hombre. Se trataba de una experiencia absolutamente novedosa, algo que jamás había anticipado, ni siquiera cuando se había esforzado en imaginar ese momento.

Su amor por Jose Luis creció, a la altura de la confianza que le inspiraba. Supo sin vacilación que ese hombre increíble nunca le haría daño. Nunca.

Apartó el edredón y se acercó a Jose Luis. Alzó la vista y se regocijó con su belleza, con su sonrisa. Luego alargó otra vez la mano para tocarlo, guiándolo a su boca.

Jose Luis contuvo el aliento cuando los labios se posaron en la sedosa cabeza. Lo besó levemente y saboreó su aroma limpio y varonil; se movió despacio, reacia a precipitar el momento. Jose Luis no había soltado el aire mientras Hanna lo lamía en un movimiento circular para luego tomar la corona con la boca. Cuando ella movió la lengua al tiempo que succionaba con fuerza, Jose Luis al fin expulsó el aire con un gemido casi de dolor.

Hanna oyó su nombre, suave y con voz trémula. Asiéndolo con la mano, lo introdujo en la boca. Entonces, con un ritmo regular que seguía el de su propio corazón, deslizó la lengua arriba y debajo de su extensión. Se echó hacia atrás y se detuvo para jugar con la punta de la lengua, luego volvió a bajar hasta donde pudo.

Cerró los ojos mientras su mano lo tomaba por abajo, asombrada por la singularidad de su cuerpo, tan distinto al suyo propio y tan perfecto.

Jose Luis le tocó la parte de atrás de la cabeza; durante un instante Hanna pensó que era para animarla a continuar, pero entonces se dio cuenta de que quería que parara. Desconcertada, se retiró, soltándolo tanto con la mano como con los labios.

— Quiero verte— musitó Jose Luis—. Por favor.

hanna asintió, luego movió las piernas hasta el extremo de la cama para poder incorporarse junto a Jose Luis. Jose Luis alargó el brazo al borde de su camisón y extendió la mano para detenerla una vez más. Sus dedos se encargaron de la situación y despacio comenzó a subir el camisón.



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