Hanna gimió, ahogándose en un mar de placer. Iba a alcanzar el clímax, lo pudo sentir en lo más hondo de su entrepierna. Los movimientos de Jose Luis se tornaron más y más veloces, y entonces paró, haciéndola gritar de consternación. En cuanto Hanna vio dónde estaba Jose Luis, la objeción se transformó en anticipación. En silencio Jose Luis se había bajado de la cama. Había estado tan concentrada en sus sensaciones que ni siquiera se había dado cuenta.
Oyó un sonido leve y vio que Jose Luis había sacado una caja de preservativos. Extrajo el círculo de fino látex y entonces Hanna cerró los ojos.
Un momento más tarde, le alzó las piernas con gentileza y las separó mientras se acomodaba. Con las palmas de las manos recorrió la cara interior de sus muslos hasta que los pulgares se juntaron en su unión. Una vez más la abrió y su aliento cálido la golpeó unos segundos antes de capturar el centro con sus labios.
Hanna gritó, aferró las sábanas, levantó las caderas y se quedó quieta mientras Jose Luis realizaba cosas increíblemente dulces con la lengua.
El clímax volvió a reanudarse en lo más hondo de su ser, poniéndola tensa, enloqueciéndola. Sacudió la cabeza de un lado a otro. Hanna dejó de respirar. Pero él no paró en ningún momento. La presión aumentó a medida que Jose Luis centraba su atención en ese punto diminuto; entonces hanna sintió un orgasmo que le agitó todo el cuerpo.
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