Jose Luis sonrió. Giró y la miró, desnuda y delgada a su lado. Aún podía olerla, y el aroma lo embriagaba. Lo despertaba, lo cual resultaba increíble, ya que había tenido la certeza de que nunca más podría volver a usar ese órgano.
— Hay fruta y chocolate en mi maleta— anunció Hanna
— No estoy hambriento de eso.
— Bromeas— abrió mucho los ojos.
— Solo un poco. Pero después de comer...— suspiró.
— Santo cielo. Ya sabes cómo me ponen los postres.
Mientras escuchaba la risa exuberante de Hanna, las tonterías de su conversación disminuyeron y en su lugar sintió una profunda sensación de sosiego.
— Fue estupendo— comentó Jose Luis.
— Lo sé— comentó Hanna seria de repente.
— No esperaba que fuera así.
— Yo tampoco.
— ¿Qué crees que significa?
— No estoy segura— lo miró a los ojos—. Pero creo que significa que debemos hacerlo en cada oportunidad que se nos presente.
— ¿De verdad?
— Hmm.
— Oh, cielos— musitó Jose Luis—. Ya sabes lo que pienso sobre fo...
— ¡JOSE LUIS!
No hay comentarios:
Publicar un comentario