El pensamiento le provocó una sonrisa y se cortó el mentón, terminó de afeitarse y se puso un trocito de papel higiénico en el corte, luego miró otra vez la bañera.
Se había llenado y el vapor empañaba el espejo y las ventanas. Se metió en el agua y se sentó.
Las cosas no podrían haber salido más perfectas. Salvo quizá si hubiera tenido la bandeja con el desayuno y a Hanna en frente.
Cerró los ojos y la imaginó jadeante, temblando en su clímax. Entonces el cuadro cambió y la vio dormida... serena, hermosa, vulnerable.
Las comparaciones con la realidad habían hecho palidecer todas sus fantasías. Nunca antes había estado más excitado. No sabía que pudiera alcanzar semejante excitación. Ninguna otra mujer lo había afectado de esa manera.
Quizá se debía a que había suprimido su deseo durante mucho tiempo, o por el acuerdo que habían establecido. Tal vez solo fuera porque encajaban. Estaban a gusto, relajados, sin ataduras. Fuera cual fuera el motivo, no le importaba. Mientras Hanna lo aceptara, Jose Luis sería feliz. Cansado, pero feliz.
Suspiró de nuevo y el sonido le relajó los hombros. Por primera vez en mucho, mucho tiempo, se sintió completo y absolutamente satisfecho.
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