Ella abrió y Jose Luis la besó
antes de que pudiera mostrarse sorprendida por lo poco que había tardado en
presentarse. La besó adecuadamente. Le acarició la espalda hasta el increíble
trasero y la alzó en el aire, dándole la vuelta para poder cerrar la puerta con
el pie. En ningún momento dejó de besarla. Sus preocupaciones se desvanecieron
y su ánimo se elevó. Era magia.
Al final la soltó. Era tan hermosa cuando lo miraba y parpadeaba de esa manera.
—¿Desde dónde has llamado?
—Desde el vestíbulo.
—¿Por qué no me lo has dicho?
—No lo sé.
—¿Has estado bebiendo?
—Sí —asintió.
—Oh — Hanna enarcó las cejas—. ¿Un vino especialmente bueno?
—Nada de vino, cariño. Alcohol fuerte.
—Ahhh.
—Comí con Tere.
—Ahhh —repitió ella, pero en esa ocasión con tono de comprensión.
—¿Entiendes por qué tenía que venir?
—Sí —se apartó de sus brazos—. ¿Te preparo un poco de café?
—No. Sí. Descafeinado.
—¿Por qué no me lo cuentas? —sugirió, dirigiéndose hacia la cocina.
Al final la soltó. Era tan hermosa cuando lo miraba y parpadeaba de esa manera.
—¿Desde dónde has llamado?
—Desde el vestíbulo.
—¿Por qué no me lo has dicho?
—No lo sé.
—¿Has estado bebiendo?
—Sí —asintió.
—Oh — Hanna enarcó las cejas—. ¿Un vino especialmente bueno?
—Nada de vino, cariño. Alcohol fuerte.
—Ahhh.
—Comí con Tere.
—Ahhh —repitió ella, pero en esa ocasión con tono de comprensión.
—¿Entiendes por qué tenía que venir?
—Sí —se apartó de sus brazos—. ¿Te preparo un poco de café?
—No. Sí. Descafeinado.
—¿Por qué no me lo cuentas? —sugirió, dirigiéndose hacia la cocina.
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