—Desde que te conozco jamás te has considerado el tipo de hombre que se casa. Que lo seas o no es menos importante que el hecho de que crees serlo. Porque estoy convencida de que somos nosotros quienes lo fabricamos. Con nuestra actitud y creencias, aunque de niño las entendamos. Aunque solo nos aporten dolor.
—¿De modo que al creer que jamás me irá bien en el matrimonio, consigo que se convierta en una verdad?
—Pero es una pena. Me parece que Hanna y tú forman una pareja increíble. Si las cosas hubieran sido un poco diferentes, podrían haberlo tenido todo.
—¿Cómo tus padres?
—Cómo mis padres
Su añoranza fue tan fuerte que apenas podía respirar. Como un niño pobre con la nariz pegada al un vidrio de una tienda de dulces, deseaba que un milagro llenara sus vacíos bolsillos emocionales.
—No crees que sea capaz de cambiar mi forma de pensar ¿verdad?
—Tal vez. Tal vez si la amas lo suficiente lo consigas. Pero no te engañaré. Jamás he visto a alguien cambiar algo tan fundamental sobre sí mismo. No es que no pueda suceder –añadió al percibir su desilusión.
—El riesgo es bastante grande,
—Si, pero la recompensa también podría ser bastante grande –durante un instante también Gloria tuvo la nariz pegada a la tienda de dulces.
En el silencio reinante, Jose Luis sopesó las ventajas y las desventajas.
—No quiero rendirme —musitó al fin.
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