No era capaz de sentarse quieta. Jose Luis iba a llegar en cualquier momento y estaba muy nerviosa. La habría encantado tomar una copa, pero eso había quedado descartado. Esa era la noche. Iba a contarle lo del bebé. De algún modo, parecía apropiado que fuera su cumpleaños. Una atmósfera propicia para revelarle una noticia que iba a sacudir su mundo.
Fue a la cocina a darle de comer a los perros, pero vio sus platos llenos.
¿Dónde estaba Jose Luis?
Según el reloj, tenía que llegar en los próximos cinco minutos. Volvió al salón. Dios, estaba limpio. Durante la última semana le había dado un arrebato de orden, y no solo el apartamento brillaba, sino que había comprado flores, velas, cojines a juego para el sofá y había forrado los cajones. En otras palabras, había estado preparando el nido. Resultaba tan predecible que le daba náuseas.
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